La radio posee mucha de la filosofía que tanto nos gusta, de la que tienen y ofrecen artículos como los encendedores Zippo, los relojes Casio (especialmente algunos G-Shock, y Marlin sobre todo) y las navajas Wenger (por desgracia hoy fagocitada por la multinacional Victorinox). Con un precio de adquisición menor que el de cualquier elemento de comunicación electrónico (televisión, smartphone, teléfonos móviles, ordenadores y tablets, etc.), ofrece un servicio impagable y asombroso. Gracias a que carece de display o monitor alguno (exceptuando los receptores digitales), los receptores analógicos pueden permanecer muchas horas en funcionamiento con solo un par de pilas, ofreciendo magazines, boletines informativos y música, además de un sinfín de entretenimiento. Su tamaño compacto los hace además muy fáciles de transportar, siendo uno de los elementos imprescindibles en todo kit de supervivencia que se precie.
Más o menos por el precio de un periódico o revista, podemos hacernos con un par de pilas, manteniéndonos actualizados en lo que a información se refiere con un gasto mínimo, y he ahí otra de sus ventajas: la inmediatez. Nos podemos enterar de las noticias en el momento en que suceden, por ello la radio fue tan preciada en grandes desastres, en épocas de guerra y postguerras.