El auge de los automóviles híbridos, eléctricos y con combustibles alternativos a vuelto a traer a la actualidad el recuerdo de la confrontación y rivalidad existente a principios del siglo pasado, en donde tres tecnologías (la eléctrica, la de vapor y la de combustión interna, con la gasolina principalmente) pugnaban por el privilegio de imponerse y ser la fuerza motriz que moviera el mundo.
La energía a vapor tenía bastantes ventajas: cualquier cosa se podía quemar en su caldera (obviamente, mejor elementos con un alto poder calorifico), su enorme par motor hacía innecesario el uso de marchas y, tras adquirir la presión debida en la caldera, el único elemento a desechar era el vapor de agua.