Una de las cosas que intento dejar claras y hacer ver con mis relatos de "El Imperio" es el don de la gratuidad. Hablo de "don" porque ciertamente así es, es un don y una virtud que no todo el mundo, por desgracia, tiene, y que aún menos ejercitan ni practican.
Nos suelen inculcar desde muy pequeños que nada es gratis, que nadie regala nada. Los más adinerados envían a sus hijos a internados británicos y suizos para que aprendan "lo que es la vida", y antes nos mandaban a la mili (a la gente de a pie) para "que nos hiciéramos hombres", que es lo mismo que decir que nos endureciésemos el corazón y no nos dejásemos pisar por nadie.