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18.3.18

Nadie regala nada


Una de las cosas que intento dejar claras y hacer ver con mis relatos de "El Imperio" es el don de la gratuidad. Hablo de "don" porque ciertamente así es, es un don y una virtud que no todo el mundo, por desgracia, tiene, y que aún menos ejercitan ni practican.

Nos suelen inculcar desde muy pequeños que nada es gratis, que nadie regala nada. Los más adinerados envían a sus hijos a internados británicos y suizos para que aprendan "lo que es la vida", y antes nos mandaban a la mili (a la gente de a pie) para "que nos hiciéramos hombres", que es lo mismo que decir que nos endureciésemos el corazón y no nos dejásemos pisar por nadie.




Observad que hablo de la gratuidad (o "caridad") y la mezclo con la humildad, dos virtudes que están muy cercanas. Alguien soberbio extrañamente sea caritativo, de la misma manera que una persona humilde es más propensa a ser, también, caritativa. Las virtudes se complementan unas a otras.

Desde hace ya muchos años hay una tendencia generalizada a lo que yo denomino "educación hacia el egoísmo". Nos cuentan cosas como que el cervatillo tiene que empezar a defenderse nada más nacer, porque "per se" nadie le va a dar nada, y los leones (más bien las leonas) y las hienas lo cazarán y matarán a la menor oportunidad. Lo argumentan como si la madre no existiese ni tuviera ningún papel, ni la manada.


Pero da lo mismo: el caso es hacer ver que no somos el centro del mundo y que, por el mero hecho de nacer, no tenemos derecho a nada. Ciertamente es así: no somos el centro del universo, y el haber nacido no deja de ser una consecuencia de un acto sexual más o menos motivado por la química de las hormonas de nuestros padres (a grosso modo y en su fría reducción a lo esencial). O sea, así dicho suena hasta patético.

Pero ésto, que debería hacernos propensos a la humildad, y por ende a la caridad, se utiliza en el sentido opuesto, y se usa como excusa para que nos peleemos, enseñemos los dientes y matemos a todo aquel que quiera arrebatarnos nuestro trocito de fétida e inmunda tierra. Eso de "nuestro" por cierto, es otra mentira que también nos inculcan, pero no importa: todo es válido para una sociedad en donde el poseer y el tener vale mucho más que el ser.


Cuando intentas hablar con personas exitosas o que tienen mucho poder y dinero, te das cuenta de la burbuja en la que viven y en la que se han rodeado en su castillo blindado, cómo se rodean de excusas para ésto o aquello, y siempre temerosos de que alguien les arrebate algo, siempre sudando y abrazando sus migajas de oro y diamantes. Lo sé, porque he conocido millonarios (millonarios de verdad, de los de más de un millón de euros), y acabé por un camino, y ellos por otro. En su rincón de brillos fatuos y artificiales intentan establecer un lugar en donde su ego y codicia se sientan cómodos, lo mas lejos posible de todos los que -suponen- movidos por la envidia, les quieren arrebatar sus posesiones. Como si fueran de ellos. Otra -y antigua, muy antigua- mentira más.

El problema con esta educación es que nos creemos el cervatillo del que os hablaba al principio, y obviamos entonces el resto de cualidades humanas. El ser humano no es sólo un animal, y si todo lo reducimos a lo material, no veremos más allá de nuestras propias narices.


Por desgracia, muchos creen una locura otra forma de vida y de pensamiento, y quizá un golpe de suerte, una tragedia o una gracia divina, les lleve a darse cuenta no solo de que no son el centro del mundo, lo cual es obviamente verdad, sino de que constantemente corren el riesgo del endiosamiento y de querer serlo.

Hoy se habla mucho de educar en valores, y realmente hemos avanzado bastante, pero curiosamente el enemigo más difícil de desterrar sea la propensión a escalar por encima de todo y ante todo. Perdido el horizonte y la racionalidad, queda el terreno despejado a la explotación del prójimo. Quiera Dios que no sea demasiado tarde para ti, quiera Dios que nos mantengamos alejados de algo así.


| Redacción: CCNIRadio

3 comentarios:

  1. El Hedonismo es un valor en alza en la vacua y decrepita social actual.

    *Pulvis es et in pulverem reverteris (Genesis 3:19)

    Amén

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  2. Pienso que tener cosas no es algo malo. Lo malo es llenar vacíos internos con esas cosas.

    Quiero decir, veo la segunda imagen, la de Porsche, y se me ilumina la mirada. Me encantaría tenerlo. Pero no porque eso vaya a cubrir algo que me falta, sino porque me va a permitir disfrutarlo.

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